Tuesday, July 14, 2009

POR PIEDAD, DEJEMOS QUE DESCANCE EN PAZ EL MANCO DE LEPANTO

EN TIERRA DE ANALFABETAS,
EL PEDANTE ES REY

PEDANTE: APLÍCASE AL QUE POR RIDÍCULO ENGREIMIENTO SE COMPLACE EN HACER INOPORTUNO Y VANO ALARDE DE ERUDICIÓN, TÉNGALA O NO EN REALIDAD (DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA)

ARTICULO 62.- EL IDIOMA OFICIAL DE EL SALVADOR ES EL CASTELLANO (ESPAÑOL) . EL GOBIERNO ESTÁ OBLIGADO A VELAR POR SU CONSERVACIÓN Y ENSEÑANZA. (CONSTITUCIÓN POLÍTICA)


Desde hace mucho tiempo, quería escribir sobre este tema, pero temía que más de alguno saliera en defensa de su pedantería, respaldado por algún título académico para imponer sus necedades.
Cuando allá por el año 1946, en San Salvador, empecé a estudiar para cura en la Escuela Apostólica de los Padres Paulinos, en la materia de Gramática de la Lengua Española, aprendí, tal como muy bien lo define el Diccionario base del presente trabajo, que “en los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no sólo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos; que consecuentemente, los nombres apelativos masculinos, cuando se emplean en plural, pueden incluir en su designación a seres de uno y otro sexo.”
A partir de cuando el pedante que yo recuerdo, el tristemente célebre ex Presidente Mexicano Vicente Fox, comenzó con las expresiones “Paisanos y Paisanas”, “las y los Paisanos”, “Mexicanos y Mexicanas”, “los y las mexicanas, se regó esa pedantería hacia el sur de nuestra América Latina, con la misma o mayor fuerza de como está sucediendo con la actual “Fiebre del Tunco” como así los salvadoreños nos referimos al “cerdo, chancho, coche, cuche, marrano”.
En el caso Vocativo, es decir, cuando nos dirigimos a una concurrencia, por elegancia, respeto, cortesía, etc., iniciamos nuestra alocución así: “Señoras y Señores”,”Damas y Caballeros”, “Niñas y Niños”, etc. Pero sólo en esa circunstancia!
En El Salvador, debo hacer constar que por lo menos la Licenciada Norma Guevara de Ramirios y más de algún escribidor en DIARIO COLATINO, se hicieron eco de ésta ridícula pedantería, que no es más que una tremenda verborrea cacofónica, que francamente lastima la mente y ofende al oído, ya sea que se lea o que se escuche. Aparte de eso, de orden personal o individual, ello lesiona y viola el Art. 62 de nuestra Constitución Política. ESO, NI MAS NI MENOS, ES UNA TREMENDA Y OFENSIVA BAYUNCADA!
Aunque parezca incoherente de mi parte, debo señalar que en El Salvador, casos como los de estos personajes, sólo en cuanto a nuestro idioma se refiere, no han sido extraños en cualquier rama del conocimiento que se trate. Voy a señalar sólo tres ejemplos totalmente huérfanos de erudición:
Ignorancia Artística, Histórica y Cultural. Hace muchos años, allá por los 70s, cuando el Palacio Nacional estaba bajo un programa de restauración, un amigo y yo nos dimos cuenta, que originalmente, los cielos del Palacio Nacional, estaban formados por piezas rectangulares, metálicas, troqueladas y bellamente decoradas. Según nos mostró y explicó la Arquitecto encargada del proyecto, en unos salones, los cielos fueron destruidos recubriéndolos con pinturas de colores vulgares propios de los gustos de los chafarotes que han mandado nuestro país; en otros, fueron escondidos con nuevos cielos acomodados a “la época moderna” del Siglo pasado y que al desmontarse estos cielos falsos, se descubrieron las bellezas de los originales.
Ignorancia Histórica y Cultural. Recuerdo también, que uno de los “prominentes bolivarianos de nuestro país”, el Dr. Guillermo Trabanino, Ministro de Relaciones Exteriores primero, y posteriormente Alcalde de San Salvador, mandó “chainiar” con la famosa pasta “BRASSO”, la Estatua ecuestre del General Gerardo Barrios, situada en la plaza que lleva su nombre. Todo, para que?: Quitarle la pátina, esa especie de barniz duro, de color aceitunado y reluciente, que por la acción de la humedad y el tiempo, se forma en los objetos antiguos de bronce, y que precisamente testimonia la herencia cultural e histórica de un país.
Ignorancia Estética. Pero qué decir del Ing. José Napoleón Duarte? Envidioso de una de las MARAVILLAS DEL MUNDO ANTIGUO, - me refiero a los JARDINES COLGANTES DE BABILONIA -, siendo también Alcalde de San Salvador antes de ser Presidente de la República, construyó los SERVICIOS SANITARIOS AEREOS DE SAN SALVADOR, precisamente en la misma Plaza Barrios, con vista a la Segunda Avenida Sur.
Curiosamente, esos lugares donde se ha mancillado el Arte, la Cultura y la Estética, también han sido escenarios de las masacres cometidas contra nuestro pueblo por las fuerzas represivas de la bárbara oligarquía salvadoreña.
Regresando de mí necesaria disgregación, y continuando con lo principal de la presente crítica, en busca de un asidero legítimo que respaldara mi propósito, encontré apoyo en el “DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE DUDAS” de la Real Academia Española y de las Asociaciones de Academias de la Lengua Española.
En efecto, o “Pues jí” como decimos los “jalvadoreños”, en el referido DICCIONARIO PANHISPANICO DE DUDAS, en sus páginas 310 a 313, encontré lo que a continuación transcribo:

GÉNERO2. 1. Los sustantivos en español pueden ser masculinos o femeninos. Cuando el sustantivo designa seres animados, lo más habitual es que exista una forma específica para cada uno de los dos géneros gramaticales, en correspondencia con la distinción biológica de sexos, bien por el uso de desinencias o sufijos distintivos de género añadidos a una misma raíz, como ocurre en gato/gata, profesor/profesora, nene/nena, conde/condesa, zar/zarina; bien por el uso de palabras de distinta raíz según el sexo del referente (heteronimia), como ocurre en hombre/mujer, caballo/yegua, yerno/nuera; no obstante, son muchos los casos en que existe una forma única, válida para referirse a seres de uno u otro sexo: es el caso de los llamados «sustantivos comunes en cuanto al género» (→ a) y de los llamados «sustantivos epicenos» (→ b). Si el referente del sustantivo es inanimado, lo normal es que sea solo masculino (cuadro, césped, día) o solo femenino (mesa, pared, libido), aunque existe un grupo de sustantivos que poseen ambos géneros, los denominados tradicionalmente «sustantivos ambiguos en cuanto al género» (→ c).
a) Sustantivos comunes en cuanto al género. Son los que, designando seres animados, tienen una sola forma, la misma para los dos géneros gramaticales. En cada enunciado concreto, el género del sustantivo, que se corresponde con el sexo del referente, lo señalan los determinantes y adjetivos con variación genérica: el/la pianista; ese/esa psiquiatra; un buen/una buena profesional. Los sustantivos comunes se comportan, en este sentido, de forma análoga a los adjetivos de una sola terminación, como feliz, dócil, confortable, etc., que se aplican, sin cambiar de forma, a sustantivos tanto masculinos como femeninos: un padre/una madre feliz, un perro/una perra dócil, un sillón/una silla confortable.
b) Sustantivos epicenos. Son los que, designando seres animados, tienen una forma única, a la que corresponde un solo género gramatical, para referirse, indistintamente, a individuos de uno u otro sexo. En este caso, el género gramatical es independiente del sexo del referente. Hay epicenos masculinos (personaje, vástago, tiburón, lince) y epicenos femeninos (persona, víctima, hormiga, perdiz). La concordancia debe establecerse siempre en función del género gramatical del sustantivo epiceno, y no en función del sexo del referente; así, debe decirse La víctima, un hombre joven, fue trasladada al hospital más cercano, y no La víctima, un hombre joven, fue trasladado al hospital más cercano. En el caso de los epicenos de animal, se añade la especificación macho o hembra cuando se desea hacer explícito el sexo del referente: «La orca macho permanece cerca de la rompiente [...], zarandeada por las aguas de color verdoso» (Bojorge Aventura [Arg. 1992]).
c) Sustantivos ambiguos en cuanto al género. Son los que, designando normalmente seres inanimados, admiten su uso en uno u otro género, sin que ello implique cambios de significado: el/la armazón, el/la dracma, el/la mar, el/la vodka. Normalmente la elección de uno u otro género va asociada a diferencias de registro o de nivel de lengua, o tiene que ver con preferencias dialectales, sectoriales o personales. No deben confundirse los sustantivos ambiguos en cuanto al género con los casos en que el empleo de una misma palabra en masculino o en femenino implica cambios de significado: el cólera (‘enfermedad’) o la cólera (‘ira’); el editorial (‘artículo de fondo no firmado’) o la editorial (‘casa editora’). De entre los sustantivos ambiguos, tan solo ánade y cobaya designan seres animados.
2. USO DEL MASCULINO EN REFERENCIA A SERES DE AMBOS SEXOS
2.1. En los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: El hombre es el único animal racional; El gato es un buen animal de compañía.
Consecuentemente, los nombres apelativos masculinos, cuando se emplean en plural, pueden incluir en su designación a seres de uno y otro sexo: Los hombres prehistóricos se vestían con pieles de animales; En mi barrio hay muchos gatos (de la referencia no quedan excluidas ni las mujeres prehistóricas ni las gatas).
Así, con la expresión los alumnos podemos referirnos a un colectivo formado exclusivamente por alumnos varones, pero también a un colectivo mixto, formado por chicos y chicas. A pesar de ello, en los últimos tiempos, por razones de corrección política, que no de corrección lingüística, se está extendiendo la costumbre de hacer explícita en estos casos la alusión a ambos sexos: «Decidió luchar ella, y ayudar a sus compañeros y compañeras» (Excélsior [Méx.] 5.9.96).
Se olvida que en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva; así pues, en el ejemplo citado pudo —y debió— decirse, simplemente, ayudar a sus compañeros.
Solo cuando la oposición de sexos es un factor relevante en el contexto, es necesaria la presencia explícita de ambos géneros: La proporción de alumnos y alumnas en las aulas se ha ido invirtiendo progresivamente; En las actividades deportivas deberán participar por igual alumnos y alumnas.
Por otra parte, el afán por evitar esa supuesta discriminación lingüística, unido al deseo de mitigar la pesadez en la expresión provocada por tales repeticiones, ha suscitado la creación de soluciones artificiosas que contravienen las normas de la gramática: las y los ciudadanos.
2.2. Para evitar las engorrosas repeticiones a que da lugar la reciente e innecesaria costumbre de hacer siempre explícita la alusión a los dos sexos (los niños y las niñas, los ciudadanos y ciudadanas, etc.; → 2.1), ha comenzado a usarse en carteles y circulares el símbolo de la arroba (@) como recurso gráfico para integrar en una sola palabra las formas masculina y femenina del sustantivo, ya que este signo parece incluir en su trazo las vocales a y o: l@s niñ@s.
Debe tenerse en cuenta que la arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible desde el punto de vista normativo; a esto se añade la imposibilidad de aplicar esta fórmula integradora en muchos casos sin dar lugar a graves inconsistencias, como ocurre en Día del niñ@, donde la contracción del solo es válida para el masculino niño.
3. FORMACIÓN DEL FEMENINO EN PROFESIONES, CARGOS, TÍTULOS O ACTIVIDADES HUMANAS.
Aunque en el modo de marcar el género femenino en los sustantivos que designan profesiones, cargos, títulos o actividades influyen tanto cuestiones puramente formales —la etimología, la terminación del masculino, etc.— como condicionamientos de tipo histórico y sociocultural, en especial el hecho de que se trate o no de profesiones o cargos desempeñados tradicionalmente por mujeres, se pueden establecer las siguientes normas, atendiendo únicamente a criterios morfológicos:
a) Aquellos cuya forma masculina acaba en -o forman normalmente el femenino sustituyendo esta vocal por una -a: bombero/bombera, médico/médica, ministro/ministra, ginecólogo/ginecóloga. Hay excepciones, como piloto, modelo o testigo, que funcionan como comunes: el/la piloto, el/la modelo, el/la testigo (no debe considerarse una excepción el sustantivo reo, cuyo femenino etimológico y aún vigente en el uso es rea, aunque funcione asimismo como común: la reo). También funcionan normalmente como comunes los que proceden de acortamientos: el/la fisio, el/la otorrino. En algún caso, el femenino presenta la terminación culta -isa (del lat. -issa), por provenir directamente del femenino latino formado con este sufijo: diácono/diaconisa; y excepcionalmente hay voces que tienen dos femeninos, uno en -a y otro con la terminación -esa (variante castellana de -isa): diablo, fem. diabla o diablesa; vampiro, fem. vampira o vampiresa.
b) Los que acaban en -a funcionan en su inmensa mayoría como comunes: el/la atleta, el/la cineasta, el/la guía, el/la logopeda, el/la terapeuta, el/la pediatra. En algunos casos, por razones etimológicas, el femenino presenta la terminación culta -isa: profetisa, papisa. En el caso de poeta, existen ambas posibilidades: la poeta/poetisa. También tiene dos femeninos la voz guarda, aunque con matices significativos diversos (→ guarda): la guarda/guardesa. Son asimismo comunes en cuanto al género los sustantivos formados con el sufijo -ista: el/la ascensorista, el/la electricista, el/la taxista. Es excepcional el caso de modista, que a partir del masculino normal el modista ha generado el masculino regresivo modisto.
c) Los que acaban en -e tienden a funcionar como comunes, en consonancia con los adjetivos con esta misma terminación, que suelen tener una única forma (afable, alegre, pobre, inmune, etc.): el/la amanuense, el/la cicerone, el/la conserje, el/la orfebre, el/la pinche. Algunos tienen formas femeninas específicas a través de los sufijos -esa, -isa o -ina: alcalde/alcaldesa, conde/condesa, duque/duquesa, héroe/heroína, sacerdote/sacerdotisa (aunque sacerdote también se usa como común: la sacerdote). En unos pocos casos se han generado femeninos en -a, como en jefe/jefa, sastre/sastra, cacique/cacica.
Dentro de este grupo están también los sustantivos terminados en -ante o -ente, procedentes en gran parte de participios de presente latinos, y que funcionan en su gran mayoría como comunes, en consonancia con la forma única de los adjetivos con estas mismas terminaciones (complaciente, inteligente, pedante, etc.): el/la agente, el/la conferenciante, el/la dibujante, el/la estudiante. No obstante, en algunos casos se han generalizado en el uso femeninos en -a, como clienta, dependienta o presidenta. A veces se usan ambas formas, con matices significativos diversos: la gobernante (‘mujer que dirige un país’) o la gobernanta (en una casa, un hotel o una institución, ‘mujer que tiene a su cargo el personal de servicio’).
d) Los pocos que terminan en -i o en -u funcionan también como comunes: el/la maniquí, el/la saltimbanqui, el/la gurú.
e) En cuanto a los terminados en -y, el femenino de rey es reina, mientras que los que toman modernamente esta terminación funcionan como comunes: el/la yóquey.
f) Los que acaban en -or forman el femenino añadiendo una -a: compositor/compositora, escritor/escritora, profesor/profesora, gobernador/gobernadora. En algunos casos, el femenino presenta la terminación culta -triz (del lat. -trix, -tricis), por provenir directamente de femeninos latinos formados con este sufijo: actor/actriz, emperador/emperatriz.
g) Los que acaban en -ar o -er, así como los pocos que acaban en -ir o -ur, funcionan hoy normalmente como comunes, aunque en algunos casos existen también femeninos en -esa o en -a: el/la auxiliar, el/la militar, el/la escolar (pero el juglar/la juglaresa), el/la líder (raro lideresa), el/la chofer o el/la chófer (raro choferesa), el/la ujier, el/la sumiller, el/la bachiller (raro hoy bachillera), el/la mercader (raro hoy mercadera), el/la faquir, el/la augur.
h) Los agudos acabados en -n y en -s forman normalmente el femenino añadiendo una -a: guardián/guardiana, bailarín/bailarina, anfitrión/anfitriona, guardés/guardesa, marqués/marquesa, dios/ diosa. Se exceptúan barón e histrión, cuyos femeninos se forman a través de los sufijos -esa e -isa, respectivamente: baronesa, histrionisa. También se apartan de esta regla la palabra rehén, que funciona como epiceno masculino (el rehén) o como común (el/la rehén), y la voz edecán, que es común en cuanto al género (el/la edecán; → edecán). Por su parte, las palabras llanas con esta terminación funcionan como comunes: el/la barman.
i) Los que acaban en -l o -z tienden a funcionar como comunes: el/la cónsul, el/la corresponsal, el/la timonel, el/la capataz, el/la juez, el/la portavoz, en consonancia con los adjetivos terminados en estas mismas consonantes, que tienen, salvo poquísimas excepciones, una única forma, válida tanto para el masculino como para el femenino: dócil, brutal, soez, feliz (no existen las formas femeninas *dócila, *brutala, *soeza, *feliza). No obstante, algunos de estos sustantivos han desarrollado con cierto éxito un femenino en -a, como es el caso de juez/jueza, aprendiz/aprendiza, concejal/concejala o bedel/bedela.
j) Los terminados en consonantes distintas de las señaladas en los párrafos anteriores funcionan como comunes: el/la chef, el/la médium, el/la pívot. Se exceptúa la voz abad, cuyo femenino es abadesa. Es especial el caso de huésped, pues aunque hoy se prefiere su uso como común (el/la huésped), su femenino tradicional es huéspeda.
k) Independientemente de su terminación, funcionan como comunes los nombres que designan grados de la escala militar: el/la cabo, el/la brigada, el/la teniente, el/la brigadier, el/la capitán, el/la coronel, el/la alférez; los sustantivos que designan por el instrumento al músico que lo toca: el/la batería, el/la corneta, el/la contrabajo; y los sustantivos compuestos que designan persona: el/la mandamás, el/la sobrecargo, un/una cazatalentos, un/una sabelotodo, un/una correveidile.
l) Cuando el nombre de una profesión o cargo está formado por un sustantivo y un adjetivo, ambos elementos deben ir en masculino o femenino dependiendo del sexo del referente; por tanto, debe decirse la primera ministra, una intérprete jurada, una detective privada, etc., y no la primera ministro, una intérprete jurado, una detective privado, etc.: «Me llamo Patricia Delamo y soy detective privada» (Beccaria Luna [Esp. 2001]).
Transcritas las anteriores leyes gramaticales de nuestra REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, a las cuales nuestra Constitución Política nos ha sometido, quisiera traer a cuentas un caso más de pedantería de nuestra Licenciada Norma Guevara de Ramirios. En un artículo dedicado a la Dra. Violeta Menjivar, ella la llama “lidereza”, así con “z”, tal como aparece en publicación de Diario Colatino. El mismo Diccionario, en su página 388, aclara que la palabra “LIDER”, por su terminación, es común en cuanto al género (el/la líder) y como ejemplo pone: “!Qué mujer! Es una líder nata”. Más adelante anota que en algunos países de América, - que no es El Salvador -, se usa a veces el femenino “LIDERESA”, así con “s” y nó con “z”. La Licenciada en su pedantería, cae en el “mexicanismo o foxismo”.
Para comprobar mi afirmación, recuerdo que a una salvadoreña demócrata, me refiero a la Doctora Matilde Elena López, en su época estudiantil, la llamaban “la micro-líder” y no “microlidereZa”; “micro” simplemente por su estatura física, porque su interior moral, era grande como “líder”. Es decir, en El Salvador jamás hemos usado ese término que la Lic. Ramirios pretende acuñar como nuestro.
Y es por eso que, en aras de que se cumpla con el mandato constitucional de velar por la conservación y enseñanza de nuestro idioma oficial, me propuse dirigirme a cuantas personas me sea posible, para que éstas a su vez lo hagan de igual manera.
Por si acaso alguna duda existiere sobre lo que antes he transcrito, les informo que cualquier persona, con ayuda de la Internet, puede hacer uso tanto del Diccionario de la Real Academia Española, como también del Diccionario Panhispánico de Dudas.
Debo aclarar que precisamente por mi falta de dominio completo del idioma español, - deficiencia que no me coarta o priva del derecho de expresarme -, siempre trato de encontrar recursos sólidos para mis argumentaciones, como ocurre con el presente caso, al adquirir una obra de consulta, como es el DICCIONARIO PANHISPANICO DE DUDAS DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA.. De ahí que pido disculpas por vicios de puntuación, sintaxis, etc., que se puedan encontrar en el presente trabajo. Estoy claro que de la sabiondez a la pedantería, NO HAY MAS QUE UN PASO!
Finalmente también quiero declarar, para quienes no les guste mi manera de opinar o el estilo de expresarme, QUE ASI HE SIDO, SOY, Y SERE MIENTRAS VIVA! Sólo cumplo con mi deber de tratar de defender EL IDIOMA ESPAÑOL, sin caer en el engreimiento, es decir, SIN CAER EN LA PEDANTERIA!
Creo que tal deber, principalmente, corresponde a los miembros de la ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, que hasta la fecha, - que yo sepa -, nada han hecho sobre el particular.
A PESAR DE TODO, PERO SOBRE TODO, POR MI PARTE, EXIJO:
DEJEMOS YA, QUE DESCANSE EN PAZ, EL MANCO DE LEPANTO!

Y desde la ciudad de San José, Estado de California, Estados Unidos de América, a 14 DE JULIO del año dos mil nueve, los saluda su compatriota,


JOSE ROBERTO SANCHEZ DEL CID